sábado, 21 de septiembre de 2013

HOMERO, Ilíada selección de fragmentos

HOMERO Ilíada, selección de fragmentos
Fuente: http://es.wikisource.org/wiki/La_Il%C3%ADada

Ilíada, I, 1-171 Invocación a la Musa, la peste y asamblea de los Aqueos.
Ilíada, I, 493-530 Tetis acude al Olimpo para pedir ayuda a Zeus.
Ilíada, III, 324-419 Combate de París contra Menelao y visita de Afrodita a Helena.
Ilíada, III, 311-380 Afrodita herida por el Tidida.
Ilíada, IX 162-191 Asamblea y expedición para rogar a Aquiles que vuelva al combate.
Ilíada, XIV, 352-378 Poseidón ayuda a los Aqueos.
Ilíada, XVIII, 609-616 Hefesto fabrica las armas de Aquiles.
Ilíada, XXII, 199-223 Héctor perseguido por Aquiles.
Ilíada, XXII, 289-375 Desenlace del duelos entre Héctor y Aquiles.
Ilíada, XXIV, 511-558 Príamo acude a Aquiles para rescatar el cadáver de su hijo.
Ilíada, XXIV, 692-804 Llegada del cadáver de Héctor a Troya y sus funerales.

Invocación, la peste y asamblea de los Aqueos

Ilíada, I, 1-171 Invocación a la Musa, la peste y asamblea de los Aqueos.

1 Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves -cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.

8 ¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de Leto y de Zeus. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres pe-recían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Éste, deseando redimir a su hija, se había presentado en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas de Apolo, el que hiere de lejos, que pendían de áureo cetro, en la mano; y a todos los aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:

17 -¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la patria! Poned en libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus, a Apolo, el que hiere de lejos.

22 Todos los aqueos aprobaron a voces que se respetara al sacerdote y se admitiera el espléndido rescate; mas el Atrida Agamenón, a quien no plugo el acuerdo, le despidió de mal modo y con altaneras voces:

26 -No dé yo contigo, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya porque ahora demores tu partida, ya porque vuelvas luego, pues quizás no te valgan el cetro y las ínfulas del dios. A aquélla no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en mi casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en el telar y aderezando mi lecho. Pero vete; no me irrites, para que puedas irte más sano y salvo.

33 Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Fuese en silencio por la orilla del estruendoso mar; y, mientras se alejaba, dirigía muchos ruegos al soberano Apolo, a quien parió Leto, la de hermosa cabellera:

37 -¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges a Crisa y a la divina Cila, a imperas en Ténedos poderosamente! ¡Oh Esminteo! Si alguna vez adorné tu gracioso templo o
quemé en tu honor pingües muslos de toros o de cabras, cúmpleme este voto: ¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas!

43 Así dijo rogando. Oyóle Febo Apolo e, irritado en su corazón, descendió de las cumbres del Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los hombros; las saetas resonaron sobre la espalda del enojado dios, cuando comenzó a moverse. Iba parecido a la noche. Sentóse lejos de las naves, tiró una flecha y el arco de plata dio un terrible chasquido. Al principio el dios disparaba contra los mulos y los ágiles perros; mas luego dirigió sus amargas saetas a los hombres, y continuamente ardían muchas piras de cadáveres.

53 Durante nueve días volaron por el ejército las flechas del dios. En el décimo, Aquiles convocó al pueblo al ágora: se lo puso en el corazón Hera, la diosa de los níveos brazos, que se interesaba por los dánaos, a quienes veía morir. Acudieron éstos y, una vez reunidos, Aquiles, el de los pies ligeros, se levantó y dijo:

59 -¡Atrida! Creo que tendremos que volver atrás, yendo otra vez errantes, si escapamos de la muerte; pues, si no, la guerra y la peste unidas acabarán con los aqueos. Mas, ea, consultemos a un adivino, sacerdote o intérprete de sueños -pues también el sueño procede de Zeus-, para que nos diga por qué se irritó tanto Febo Apolo: si está quejoso con motivo de algún voto o hecatombe, y si quemando en su obsequio grasa de corderos y de cabras escogidas, querrá libramos de la peste.

68 Cuando así hubo hablado, se sentó. Levantóse entre ellos Calcante Testórida, el mejor de los augures -conocía lo presente, lo futuro y lo pasado, y había guiado las naves aqueas hasta Ilio por medio del arte adivinatoria que le diera Febo Apolo-, y benévolo los arengó diciendo:

74 -¡Oh Aquiles, caro a Zeus! Mándasme explicar la cólera de Apolo, del dios que hiere de lejos. Pues bien, hablaré; pero antes declara y jura que estás pronto a defenderme de palabra y de obra, pues temo irritar a un varón que goza de gran poder entre los argivos todos y es obedecido por los aqueos. Un rey es más poderoso que el inferior contra quien se enoja; y, si bien en el mismo día refrena su ira, guarda luego rencor hasta que logra ejecutarlo en el pecho de aquél. Dime, pues, si me salvarás.

84 Y contestándole, Aquiles, el de los pies ligeros, le dijo:

85 -Manifiesta, deponiendo todo temor, el vaticinio que sabes; pues ¡por Apolo, caro a Zeus; a quien tú, Calcante, invocas siempre que revelas oráculos a los dánaos!, ninguno de ellos pondrá en ti sus pesadas manos, cerca de las cóncavas naves, mientras yo viva y vea la luz acá en la tierra, aunque hablares de Agamenón, que al presente se jacta de ser en mucho el más poderoso de todos los aqueos.

92 Entonces cobró ánimo y dijo el eximio vate:

93 -No está el dios quejoso con motivo de algún voto o hecatombe, sino a causa del ultraje que Agamenón ha inferido al sacerdote, a quien no devolvió la hija ni admitió el rescate. Por esto el que hiere de lejos nos causó males y todavía nos causará otros. Y no librará a los dánaos de la odiosa peste, hasta que sea restituida a su padre, sin premio ni rescate, la joven de ojos vivos, y llevemos a Crisa una sagrada hecatombe. Cuando así le hayamos aplacado, renacerá nuestra esperanza. 101 Dichas estas palabras, se sentó. Levantóse al punto el poderoso héroe Agamenón Atrida, afligido, con las negras entrañas llenas de cólera y los ojos parecidos al relumbrante fuego; y, encarando a Calcante la torva vista, exclamó:

106-¡Adivino de males! jamás me has anunciado nada grato. Siempre te complaces en profetizar desgracias y nunca dijiste ni ejecutaste nada bueno. Y ahora, vaticinando ante los dánaos, afirmas que el que hiere de lejos les envía calamidades, porque no quise admitir el espléndido rescate de la joven Criseide, a quien anhelaba tener en mi casa. La prefiero, ciertamente, a Clitemnestra, mi legítima esposa, porque no le es inferior ni en el talle, ni en el natural, ni en inteligencia, ni en destreza. Pero, aun así y todo, consiento en devolverla, si esto es lo mejor; quiero que el pueblo se salve, no que perezca. Pero preparadme pronto otra recompensa, para que no sea yo el único argivo que sin ella se quede; lo cual no parecería decoroso. Ved todos que se va a otra parte la que me había correspondido.

121 Replicóle en seguida el celerípede divino Aquiles:

122 -¡Atrida gloriosísimo, el más codicioso de todos! ¿Cómo pueden darte otra recompensa los magnánimos aqueos? No sabemos que existan en parte alguna cosas de la comunidad, pues las del saqueo de las ciudades están repartidas, y no es conveniente obligar a los hombres a que nuevamente las junten. Entrega ahora esa joven al dios, y los aqueos te pagaremos el triple o el cuádruple, si Zeus nos permite algún día tomar la bien murada ciudad de Troya.

130 Y, contestándole, el rey Agamenón le dijo:

131 Aunque seas valiente, deiforme Aquiles, no ocultes así tu pensamiento, pues no podrás burlarme ni persuadirme. ¿Acaso quieres, para conservar tu recompensa, que me quede sin la mía, y por esto me aconsejas que la devuelva? Pues, si los magnánimos aqueos me dan otra conforme a mi deseo para que sea equivalente... Y si no me la dieren, yo mismo me apoderaré de la tuya o de la de Ayante, o me llevaré la de Ulises, y montará en cólera aquél a quien me llegue. Mas sobre esto deliberaremos otro día. Ahora, ea, echemos una negra nave al mar divino, reunamos los convenientes remeros, embarquemos víctimas para una hecatombe y a la misma Criseide, la de hermosas mejillas, y sea capitán cualquiera de los jefes: Ayante, Idomeneo, el divino Ulises o tú, Pelida, el más portentoso de todos los hombres, para que nos aplaques con sacrificios al que hiere de lejos. 148 Mirándolo con torva faz, exclamó Aquiles, el de los pies ligeros:


149 -¡Ah, impudente y codicioso! ¿Cómo puede estar dispuesto a obedecer tus órdenes ni un aqueo siquiera, para emprender la marcha o para combatir valerosamente con otros hombres? No he venido a pelear obligado por los belicosos troyanos, pues en nada se me hicieron culpables -no se llevaron nunca mis vacas ni mis caballos, ni destruyeron jamás la cosecha en la fértil Ftía, criadora de hombres, porque muchas umbrías montañas y el ruidoso mar nos separan-, sino que te seguimos a ti, grandísimo insolente, para darte el gusto de vengaros de los troyanos a Menelao y a ti, ojos de perro. No fijás en esto la atención, ni por ello te tomas ningún cuidado, y aun me amenazas con quitarme la recompensa que por mis grandes fatigas me dieron los aqueos. Jamás el botín que obtengo iguala al tuyo cuando éstos entran a saco una populosa ciudad de los troyanos: aunque la parte más pesada de la impetuosa guerra la sostienen mis manos, tu recompensa, al hacerse el reparto, es mucho mayor; y yo vuelvo a mis naves, teniéndola pequeña, aunque grata, después de haberme cansado en el combate. Ahora me iré a Ftía, pues lo mejor es regresar a la patria en las cóncavas naves: no pienso permanecer aquí sin honra para procurarte ganancia y riqueza. 

Tetis vuela al Olimpo a pedir ayuda a Zeus

Tetis acude al Olimpo para pedir ayuda a Zeus
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493 Cuando, después de aquel día, apareció la duodécima aurora, los sempiternos dioses volvieron al Olimpo con Zeus a la cabeza. Tetis no olvidó entonces el encargo de su hijo: saliendo de entre las olas del mar, subió muy de mañana al gran cielo y al Olimpo, y halló al largovidente Cronida sentado aparte de los demás dioses en la más alta de las muchas cumbres del monte. Acomodóse ante él, abrazó sus rodillas con la mano izquierda, tocóle la barba con la derecha y dirigió esta súplica al soberano Zeus Cronión:

503 -¡Padre Zeus! Si alguna vez te fui útil entre los inmortales con palabras a obras, cúmpleme este voto: Honra a mi hijo, el héroe de más breve vida, pues el rey de hombres, Agamenón, lo ha ultrajado, arrebatándole la recompensa que todavía retiene. Véngalo tú, próvido Zeus Olímpico, concediendo la victoria a los troyanos hasta que los aqueos den satisfacción a mi hijo y lo colmen de honores.

511 Así dijo. Zeus, que amontona las nubes, nada contestó guardando silencio un buen rato. Pero Tetis, que seguía como cuando abrazó sus rodillas, le suplicó de nuevo:

514 -Prométemelo claramente, asintiendo, o niégamelo -pues en ti no cabe el temor- para que sepa cuán despreciada soy entre todas las deidades.

517 Zeus, que amontona las nubes, díjole afligidísimo:

518-¡Funestas acciones! Pues harás que me malquiste con Hera, cuando me zahiera con injuriosas palabras. Sin motivo me riñe siempre ante los inmortales dioses, porque dice que en las batallas favorezco a los troyanos. Pero ahora vete, no sea que Hera advierta algo; yo me cuidaré de que esto se cumpla. Y si lo deseas, te haré con la cabeza la señal de asentimiento para que tengas confianza. Éste es el signo más seguro, irrevocable y veraz para los inmortales; y no deja de efectuarse aquello a que asiento con la cabeza.


528 Dijo el Cronida, y bajó las negras cejas en señal de asentimiento; los divinos cabellos se agitaron en la cabeza del soberano inmortal, y a su intlujo estremecióse el dilatado Olimpo. 

Llegada del cadáver de Héctor a Troya y sus funerales

Ilíada 24 XXIV, 692-804 Llegada del cadáver de Héctor a Troya y sus funerales

692 Mas, al llégar al vado del voraginoso Janto, río de hermosa corriente que el inmortal Zeus había engendrado, Hermes se fue al vasto Olimpo. La Aurora de azafranado velo se esparcía por toda la tierra, cuando ellos, gimiendo y lamentándose, guiaban los corceles hacia la ciudad, y les seguían las mulas con el cadáver. Ningún hombre ni mujer de hermosa cintura los vio llegar antes que Casandra, semejante a la áurea Afrodita; pues, subiendo a Pérgamo, distinguió el carro y en él a su padre y al heraldo, pregonero de la ciudad, y vio detrás a Héctor, tendido en un lecho que las mulas conducían. En seguida prorrumpió en sollozos y fue clamando por toda la ciudad:

704 -Venid a ver a Héctor, troyanos y troyanas, si otras veces os alegrasteis de que volviese vivo del combate; pues era el regocijo de la ciudad y de todo el pueblo.

707 Así dijo, y ningún hombre ni mujer se quedó allí, en la ciudad. Todos sintieron intolerable congoja y fueron a juntarse cerca de las puertas con el que les traía el cadáver. La esposa querida y la veneranda madre, echándose las primeras sobre el carro de hermosas ruedas y tocando con sus manos la cabeza de Héctor, se arrancaban los cabellos; y la turba las rodeaba llorando. Y hubieran permanecido delante de las puertas todo el día, hasta la puesta del sol, derramando lágrimas por Héctor, si el anciano no les hubiese dicho desde el carro:

716 -Haceos a un lado para que yo pase con las mulas; y, una vez lo haya conducido al palacio, os hartaréis de llanto.

718 Así habló; y ellos, apartándose, dejaron que pasara el carro. Dentro ya del magnífico palacio, pusieron el cadáver en torneado lecho a hicieron sentar a su alrededor cantores que preludiaban el treno: éstos cantaban dolientes querellas, y las mujeres respondían con gemidos. Y en medio de ellas Andrómaca, la de níveos brazos, que sostenía con las manos la cabeza de Héctor, matador de hombres, dio comienzo a las lamentaciones exclamando:

725 -¡Marido! Saliste de la vida cuando aún eras joven, y me dejas viuda en el palacio. El hijo que nosotros ¡infelices! hemos engendrado es todavía infante y no creo que llegue a la mocedad; antes será la ciudad arruinada desde su cumbre, porque has muerto tú que eras su defensor, el que la salvaba, el que protegía a las venerables matronas y a los tiernos infantes. Pronto se las llevarán en las cóncavas naves y a mí con ellas. Y tú, hijo mío, o me seguirás y tendrás que ocuparte en oficios viles, trabajando en provecho de un amo cruel; o algún aqueo lo cogerá de la mano y lo arrojará de lo alto de una torre, ¡muerte horrenda!, irritado porque Héctor le matara el hermano, el padre o el hijo; pues muchos aqueos mordieron la vasta tierra a manos de Héctor. No era blando tu padre en la funesta batalla, y por esto le lloran todos en la ciudad. ¡Oh Héctor! Has causado a tus padres llanto y dolor indecibles, pero a mí me aguardan las penas más graves. Ni siquiera pudiste, antes de morir, tenderme los brazos desde el lecho, ni hacerme saludables advertencias que hubiera recordado siempre, de noche y de día, con lágrimas en los ojos. 746 Así dijo llorando, y las mujeres gimieron. Y entre ellas, Hécuba empezó a su vez el funeral lamento: 748 -¡Héctor, el hijo más amado de mi corazón! No puede dudarse de que en vida fueras caro a los dioses, pues no se olvidaron de ti en el fatal trance de la muerte. Aquiles, el de los pies ligeros, a los demás hijos míos que logró coger vendiólos al otro lado del mar estéril, en Samos, Imbros o Lemnos, de escarpada costa; a ti, después de arrancarte el alma con el bronce de larga punta, lo arrastraba muchas veces en torno del sepulcro de su compañero Patroclo, a quien mataste, mas no por esto resucitó a su amigo. Y ahora yaces en el palacio, tan fresco como si acabaras de morir y semejante al que Apolo, el del argénteo arco, mata con sus suaves flechas.

760 Así habló, derramando lágrimas, y excitó en todos vehemente llanto. Y Helena fue la tercera en dar principio al funeral lamento:

762 -¡Héctor, el cuñado más querido de mi corazón! Mi marido, el deiforme Alejandro, me trajo a Troya, ¡ojalá me hubiera muerto antes!; y en los veinte años que van transcurridos desde que vine y abandoné la patria, jamás he oído de tu boca una palabra ofensiva o grosera; y si en el palacio me increpaba alguno de los cuñados, de las cuñadas o de las esposas de aquéllos, o la suegra -pues el suegro fue siempre cariñoso como un padre-, contenías su enojo aquietándolos con tu afabilidad y tus suaves palabras. Con el corazón afligido lloro a la vez por ti y por mí, desgraciada; que ya no habrá en la vasta Troya quien me sea benévolo ni amigo, pues todos me detestan.

776 Así dijo llorando, y la inmensa muchedumbre prorrumpió en gemidos. Y el anciano Príamo dijo al pueblo:

778 -Ahora, troyanos, traed leña a la ciudad y no temáis ninguna emboscada por parte de los argivos; pues Aquiles, al despedirme en las negras naves, me prometió no causar-nos daño hasta que llegue la duodécima aurora. 782 Así dijo. Pronto la gente del pueblo, unciendo a los carros bueyes y mulas, se reunió fuera de la ciudad. Por espacio de nueve días acarrearon abundante leña; y, cuando por décima vez apuntó la aurora, que trae la luz a los mortales, sacaron llorando el cadáver del audaz Héctor, lo pusieron en lo alto de la pira y le prendieron fuego.

788 Mas, así que se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos, congregóse el pueblo en torno de la pira del ilustre Héctor. Y cuando todos acudieron y se hubieron reunido, apagaron con negro vino la parte de la pira a que la violencia del fuego había alcanzado; y seguidamente los hermanos y los amigos, gimiendo y corriéndoles las lágrimas por las mejillas, recogieron los blancos huesos y los colocaron en una urna de oro, envueltos en fino velo de púrpura. Depositaron la urna en el hoyo, que cubrieron con muchas y grandes piedras, y erigieron el túmulo. Habían puesto centinelas por todos lados, para no ser sorprendidos si los aqueos, de hermosas grebas, los acometían. Levantado el túmulo, volviéronse; y, reunidos después en el palacio del rey Príamo, alumno de Zeus, celebraron un espléndido banquete fúnebre.

804 Así hicieron las honras de Héctor, domador de caballos.


FIN DE ILÍADA

Príamo acude a Aquiles para rescatar el cadáver de su hijo

Ilíada 24 XXIV, 511-558 Aquiles se compadece de Príamo, venido para rescatar el cadáver de su hijo

507 Así habló. A Aquiles le vino deseo de llorar por su padre; y, asiendo de la mano a Príamo, apartóle suavemente. Entregados uno y otro a los recuerdos, Príamo, caído a los pies de Aquiles, lloraba copiosamente por Héctor, matador de hombres; y Aquiles lloraba unas veces a su padre y otras a Patroclo; y el gemir de entrambos se alzaba en la tienda. Mas así que el divino Aquiles se hartó de llanto y el deseo de sollozar cesó en su alma y en sus miembros, alzóse de la silla, tomó por la mano al viejo para que se levantara, y, mirando compasivo su blanca cabeza y su blanca barba, díjole estas aladas palabras:

518 -¡Ah, infeliz! Muchos son los infortunios que tu ánimo ha soportado. ¿Cómo osaste venir solo a las naves de los aqueos, a los ojos del hombre que te mató tantos y tan valientes hijos? De hierro tienes el corazón. Mas, ea, toma asiento en esta silla; y, aunque los dos estamos afligidos, dejemos reposar en el alma las penas, pues el triste llanto para nada aprovecha. Los dioses destinaron a los míseros mortales a vivir en la tristeza, y sólo ellos están descuitados. En los umbrales del palacio de Zeus hay dos toneles de dones que el dios reparte: en el uno están los males y en el otro los bienes. Aquél a quien Zeus, que se complace en lanzar rayos, se los da mezclados, unas veces topa con la desdicha y otras con la buena ventura; pero el que tan sólo recibe penas vive con afrenta, una gran hambre le persigue sobre la divina tierra y va de un lado para otro sin ser honrado ni por los dioses ni por los hombres. Así las deidades hicieron a Peleo claros dones desde su nacimiento: aventajaba a los demás hombres en felicidad y riqueza, reinaba sobre los mirmidones, y, siendo mortal, le dieron por mujer una diosa. Pero también la divinidad le impuso un mal: que no tuviese hijos que reinaran luego en el palacio. Tan sólo engendró uno, a mí, cuya vida ha de ser breve; y no le cuido en su vejez, porque permanezco en Troya, muy lejos de la patria, para contristarte a ti y a tus hijos. Y dicen que también tú, oh anciano, fuiste dichoso en otro tiempo; y que en el espacio que comprende Lesbos, donde reinó Mácar, y más arriba la Frigia hasta el Helesponto inmenso, descollabas entre todos por tu riqueza y por to prole. Mas, desde que los dioses celestiales to trajeron esta plaga, sucédense alrededor de la ciudad las batallas y las matanzas de hombres. Súfrelo resignado y no dejes que de to corazón se apodere incesante pesar, pues nada conseguirás afligiéndote por to hijo, ni lograrás que se levante, antes tendrás que padecer un nuevo mal.

552 Respondió en seguida el anciano Príamo, semejante a un dios:


553 -No me hagas sentar en esta silla, alumno de Zeus, mientras Héctor yace insepulto en la tienda. Entrégamelo cuanto antes para que lo contemple con mis ojos, y tú recibe el cuantioso rescate que te traemos. Ojalá puedas disfrutar de él y volver al patrio suelo, ya que ahora me has dejado vivir y ver la luz del sol.

Muerte de Héctor a manos de Aquiles

Ilíada, XXII, 289- 375 Muerte de Héctor a manos de Aquiles
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289 Así habló; y blandiendo la ingente lanza, despidióla sin errar el tiro; pues dio un bote en el escudo del Pelida. Pero la lanza fue rechazada por la rodela, y Héctor se irritó al ver que aquélla había sido arrojada inútilmente por su brazo; paróse, bajando la cabeza pues no tenía otra lanza de fresno y con recia voz llamó a Deífobo, el de luciente escudo, y le pidió una larga pica. Deífobo ya no estaba a su vera. Entonces Héctor comprendiólo todo, y exclamo:

297 —¡Oh! Ya los dioses me llaman a la muerte. Creía que el héroe Deífobo se hallaba conmigo, pero está dentro del muro, y fue Atenea quien me engañó. Cercana tengo la perniciosa muerte, que ni tardará ni puedo evitarla. Así les habrá placido que sea, desde hace tiempo, a Zeus y a su hijo, el Flechador; los cuales, benévolos para conmigo, me salvaban de los peligros. Cumplióse mi destino. Pero no quisiera morir cobardemente y sin gloria; sino realizando algo grande que llegara a conocimiento de los venideros.

306 Esto dicho, desenvainó la aguda espada, grande y fuerte, que llevaba al costado. Y encogiéndose, se arrojó como el águila de alto vuelo se lanza a la llanura, atravesando las pardas nubes, para arrebatar la tierna corderilla o la tímida liebre; de igual manera arremetió Héctor blandiendo la aguda espada. Aquileo embistióle, a su vez, con el corazón rebosante de feroz cólera: defendía su pecho con el magnífico escudo labrado, y movía el luciente casco de cuatro abolladuras, haciendo ondear las bellas y abundantes crines de oro que Hefesto colocara en la cimera. Como el Véspero, que es el lucero más hermoso de cuantos hay en el cielo, se presenta rodeado de estrellas en la obscuridad de la noche; de tal modo brillaba la pica de larga punta que en su diestra blandía Aquileo, mientras pensaba en causar daño al divino Héctor y miraba cuál parte del hermoso cuerpo del héroe ofrecería menos resistencia. Este lo tenía protegido por la excelente armadura que quitó a Patroclo después de matarle, y sólo quedaba descubierto el lugar en que las clavículas separan el cuello de los hombros, la garganta, que es el sitio por donde más pronto sale el alma: por allí el divino Aquileo envasóle la pica a Héctor, que ya le atacaba, y la punta, atravesando el delicado cuello, asomó por la nuca. Pero no le cortó el garguero con la pica de fresno que el bronce hacia ponderosa, para que pudiera hablar algo y responderle. Héctor cayó en el polvo, y el divino Aquileo se jactó del triunfo, diciendo:

331 —¡Héctor! Cuando despojabas el cadáver de Patroclo, sin duda te creíste salvado y no me temiste a mí porque me hallaba ausente. ¡Necio! Quedaba yo como vengador, mucho más fuerte que él, en las cóncavas naves, y te he quebrado las rodillas. A ti los perros y las aves te despedazarán ignominiosamente, y a Patroclo los aqueos le harán honras fúnebres.

337 Con lánguida voz respondióle Héctor, el de tremolante casco:
—Te lo ruego por tu alma, por tus rodillas y por tus padres: ¡No permitas que los perros me despedacen y devoren junto a las naves aqueas! Acepta el bronce y el oro que en abundancia te darán mi padre y mi veneranda madre, y entrega a los míos el cadáver para que lo lleven a mi casa, y los troyanos y sus esposas lo pongan en la pira.

344 Mirándole con torva faz, le contestó Aquileo, el de los pies ligeros:
—No me supliques, ¡perro!, por mis rodillas ni por mis padres. Ojalá el furor y el coraje me incitaran a cortar tus carnes y a comérmelas crudas. ¡Tales agravios me has inferido! Nadie podrá apartar de tu cabeza a los perros, aunque me den diez o veinte veces el debido rescate y me prometan más, aunque Príamo Dardánida ordene redimirte a peso de oro; ni aun así, la veneranda madre que te dio a luz te pondrá en un lecho para llorarte, sino que los perros y las aves de rapiña destrozarán tu cuerpo.

355 Contestó, ya moribundo, Héctor, el de tremolante casco:
— ¡Bien te conozco, y no era posible que te persuadiese, porque tienes en el pecho un corazón de hierro. Guárdate de que atraiga sobre ti la cólera de los dioses, el día en que Paris y Febo Apolo te harán perecer, no obstante tu valor, en las puertas Esceas.

361 Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su manto: el alma voló de los miembros y descendió al Hades, llorando su suerte, porque dejaba un cuerpo vigoroso y joven. Y el divino Aquileo le dijo, aunque muerto le viera:

365 —¡Muere! Y yo perderé la vida cuando Zeus y los demás dioses inmortales dispongan que se cumpla mi destino.

367 Dijo; arrancó del cadáver la broncínea lanza y, dejándola a un lado, quitóle de los hombros las ensangrentadas armas. Acudieron presurosos los demás aqueos, admiraron todos el continente y la arrogante figura de Héctor y ninguno dejó de herirle. Y hubo quien, contemplándole, habló así a su vecino:


373 —¡Oh dioses! Héctor es ahora mucho más blando en dejarse palpar que cuando incendió las naves con el ardiente fuego.

Héctor perseguido por Aquiles

Ilíada, 22 XII, 199-223 Héctor perseguido por Aquiles

188 Entretanto; el veloz Aquiles perseguía y estrechaba sin cesar a Héctor. Como el perro va en el monte por valles y cuestas tras el cervatillo que levantó de la cama, y, si éste se esconde, azorado, debajo de los arbustos, corre aquél rastreando hasta que nuevamente lo descubre; de la misma manera, el Pelión, de pies ligeros, no perdía de vista a Héctor. Cuantas veces el troyano intentaba encaminarse a las puertas Dardanias, al pie de las torres bien construidas, por si desde arriba le socorrían disparando flechas; otras tantas Aquiles, adelantándosele, lo apartaba hacia la llanura, y aquél volaba sin des-canso cerca de la ciudad. Como en sueños ni el que persigue puede alcanzar al perseguido, ni éste huir de aquél; de igual manera, ni Aquiles con sus pies podía dar alcance a Héctor, ni Héctor escapar de Aquiles. ¿Y cómo Héctor se hubiera librado entonces de las Parcas de la muerte que le estaba destinada, si Apolo, acercándosele por la postrera y última vez, no le hubiese dado fuerzas y agilizado sus rodillas?

205 El divino Aquiles hacía con la cabeza señales negativas a los guerreros, no permitiéndoles disparar amargas flechas contra Héctor: no fuera que alguien alcanzara la gloria de herir al caudillo y él llegase el segundo. Mas cuando en la cuarta vuelta llegaron a los manantiales, el padre Zeus tomó la balanza de oro, puso en la misma dos suertes de la muerte que tiende a lo largo -la de Aquiles y la de Héctor, domador de caballos-, cogió por el medio la balanza, la desplegó, y tuvo más peso el día fatal de Héctor, que descendió hasta el Hades. Al instante Febo Apolo desamparó al troyano. Atenea, la diosa de ojos de lechuza, se acercó al Pelión, y le dijo estas aladas palabras:

216 -Espero, oh esclarecido Aquiles, caro a Zeus, que nosotros dos procuraremos a los aqueos inmensa gloria, pues al volver a las naves habremos muerto a Héctor, aunque sea infatigable en la batalla. Ya no se nos puede escapar, por más cosas que haga Apolo, el que hiere de lejos, postrándose a los pies del padre Zeus, que lleva la égida. Párate y respira; a iré a persuadir a Héctor para que luche contigo frente a frente.


224 Así habló Atenea.

Hefesto fabrica las armas de Aquiles

Ilíada, 18 XVIII, 609-612 Hefesto fabrica las armas de Aquiles
606 En la orla del sólido escudo representó la poderosa corriente del río Océano.

609 Después que construyó el grande y fuerte escudo, hizo para Aquiles una coraza más reluciente que el resplandor del fuego; un sólido casco, hermoso, labrado, de áurea cimera, y que a sus sienes se adaptara, y unas grebas de dúctil estaño.


614 Cuando el ilustre cojo de ambos pies hubo fabricado todas las armas, entrególas a la madre de Aquiles. Y Tetis saltó, como un gavilán desde el nevado Olimpo, llevando la reluciente armadura que Hefesto había construido.

Poseidón ayuda a los Aqueos

Ilíada, 14 XIV, 352-378 Poseidón ayuda a los Aqueos

352 Tan tranquilamente dormía el padre sobre el alto Gárgaro, vencido por el sueño y el amor y abrazado con su esposa. El dulce Sueño corrió hacia las naves aqueas para llevar la noticia al que ciñe y bate la tierra; y, deteniéndose cerca de él, pronunció estas aladas palabras:


357 -¡Posidón! Socorre pronto a los dánaos y dales gloria, aunque sea breve, mientras duerme Zeus, a quien he sumido en dulce letargo, después que Hera, engañándole, logró que se acostara para gozar del amor. 361 Dicho esto, fuese hacia las ínclitas tribus de los hombres. Y Posidón, más incitado que antes a socorrer a los dánaos, saltó en seguida a las primeras filas y les exhortó diciendo: 364 -¡Argivos! ¿Cederemos nuevamente la victoria a Héctor Priámida, para que se apodere de los bajeles y alcance gloria? Así se lo figura él y de ello se jacta, porque Aquiles permanece en las cóncavas naves con el corazón irritado. Pero Aquiles no hará gran falta, si los demás procuramos auxiliarnos mutuamente. Pero, ea, procedamos todos como voy a decir. Embrazad los escudos mayores y más fuertes que haya en el ejército, cubríos la cabeza con el refulgente casco, coged las picas más largas, y pongámonos en marcha: yo iré delante, y no creo que Héctor Priámida, por enardecido que esté, se atreva a esperarnos. Y el varón, que siendo bravo, tenga un escudo pequeño para proteger sus hombros, déselo al menos valiente y tome otro mejor. 378 Así dijo, y ellos le escucharon y obedecieron.

Asamblea y expedición para rogar a Aquiles que vuelva al combate

Ilíada 09 IX, 162-191 Asamblea y expedición para rogar a Aquiles que vuelva al combate

162 Contestó Néstor, caballero gerenio:

163 -¡Gloriosísimo Atrida! ¡Rey de hombres, Agamenón! No son despreciables los regalos que ofreces al rey Aquiles. Ea, elijamos esclarecidos varones que cuanto antes vayan a la tienda del Pelida. Y, si quieres, yo mismo los designaré y ellos obedezcan: Fénix, caro a Zeus, que será el jefe, el gran Ayante y el divino Ulises, acompañados de los heraldos Odio y Eunbates. Dadnos agua a las manos a imponed silencio, para rogar a Zeus Cronida que se apiade de nosotros.

173 Así dijo, y su discurso agradó a todos. Los heraldos dieron en seguida aguamanos a los caudillos, y los mancebos, coronando de bebida las crateras, distribuyéronla a todos los presentes después de haber ofrecido en copas las primicias. Luego que hicieron libaciones y cada cual bebió cuanto quiso, salieron de la tienda de Agamenón Atrida. Y Néstor, caballero gerenio, fijando sucesivamente los ojos en cada uno de los elegidos, les recomendaba mucho, y de un modo especial a Ulises, que procuraran persuadir al eximio Pelión.


182 Fuéronse éstos por la orilla del estruendoso mar y dirigían muchos ruegos a Posidón, que ciñe y bate la tierra, para que les resultara fácil llevar la persuasión al altivo espíritu del Eácida. Cuando hubieron llegado a las tiendas y naves de los mirmidones, hallaron al héroe deleitándose con una hermosa lira labrada de argénteo puente, que había cogido de entre los despojos cuando destruyó la ciudad de Eetión; con ella recreaba su ánimo, cantando hazañas de los hombres. Patroclo, solo y callado, estaba sentado frente a él y esperaba que el Eácida acabase de cantar.

Afrodita herida por el Tidida

Ilíada 05 V, 311-380 Afrodita tras salvar a su hijo Eneas es herida por el Tidida y va a buscar el consuelo de su madre Dione

311 Y allí pereciera el rey de hombres Eneas, si al punto no lo hubiese advertido su madre Afrodita, hija de Zeus, que lo había concebido de Anquises, pastor de bueyes. La diosa tendió sus níveos brazos al hijo amado y lo cubrió con un doblez del refulgente manto, para defenderlo de los tiros; no fuera que alguno de los dánaos, de ágiles corceles, clavándole el bronce en el pecho, le quitara la vida.

318 Mientras Afrodita sacaba a Eneas de la liza, el hijo de Capaneo no echó en olvido las órdenes que le diera Diomedes, valiente en el combate: sujetó allí, separadamente de la refriega, sus solípedos caballos, amarrando las bridas al barandal; y, apoderándose de los corceles, de lindas crines, de Eneas, hízolos pasar de los troyanos a los aqueos de hermosas grebas y entrególos a Deípilo, el compañero a quien más honraba entre los de la misma edad a causa de su prudencia, para que los llevara a las cóncavas naves. Acto continuo el héroe subió al carro, asió las lustrosas riendas y guió solícito hacia el Tidida los caballos de duros cascos. El héroe perseguía con el cruel bronce a Cipris, conociendo que era una deidad débil, no de aquéllas que imperan en el combate de los hombres, como Atenea o Enio, asoladora de ciudades. Tan pronto como llegó a alcanzarla por entre la multitud, el hijo del magnánimo Tideo, calando la afilada pica, rasguñó la tierna mano de la diosa: la punta atravesó el peplo divino, obra de las mismas Gracias, y rompió la piel de la palma. Brotó la sangre divina, o por mejor decir, el icor; que tal es lo que tienen los bienaventurados dioses, pues no comen pan ni beben el negro vino, y por esto carecen de sangre y son llamados inmortales. La diosa, dando una gran voz, apartó a su hijo, que Febo Apolo recibió en sus brazos y envolvió en espesa nube; no fuera que alguno de los dánaos, de ágiles corceles, clavándole el bronce en el pecho, le quitara la vida. Y Diomedes, valiente en el combate, dijo a voz en cuello: 348 -¡Hija de Zeus, retírate del combate y la pelea! ¿No te basta engañar a las débiles mujeres? Creo que, si intervienes en la batalla, te dará horror la guerra, aunque te encuentres a gran distancia de donde la haya.

352 Así dijo. La diosa retrocedió turbada y muy afligida; Iris, de pies veloces como el viento, asiéndola por la mano, la sacó del tumulto cuando ya el dolor la abrumaba y el hermoso cutis se ennegrecía; y como aquélla encontrara al furibundo Ares sentado a la izquierda de la batalla, con la lanza y los veloces caballos envueltos en una nube, se hincó de rodillas y pidióle con instancia los corceles de áureas bridas:

359 -¡Querido hermano! Compadécete de mí y dame los caballos para que pueda volver al Olimpo, a la mansión de los inmortales. Me duele mucho la herida que me infirió un hombre, el Tidida, quien sería capaz de pelear con el padre Zeus. 363 Dijo, y Ares le cedió los corceles de áureas bridas. Afrodita subió al carro con el corazón afligido; Iris se puso a su lado, y tomando las riendas avispó con el látigo a aquéllos, que gozosos alzaron el vuelo. Pronto llegaron a la morada de los dioses, al alto Olimpo; y la diligente Iris, la de pies ligeros como el viento, detuvo los caballos, los desunció del carro y les echó un pasto divino. La diosa Afrodita se refugió en el regazo de su madre Dione; la cual, recibiéndola en los brazos y halagándola con la mano, le dijo:

373 -¿Cuál de los celestes dioses, hija querida, de tal modo te maltrató, como si a su presencia hubieses cometido alguna falta?

375 Respondióle al punto Afrodita, amante de la risa:


376 -Hirióme el hijo de Tideo, Diomedes soberbio, porque sacaba de la liza a mi hijo Eneas, carísimo para mí más que otro alguno. La enconada lucha ya no es sólo de troya-nos y aqueos, pues los dánaos ya se atreven a combatir con los inmortales.

Combate de París contra Menelao y visita de Afrodita a Helena

Ilíada 03 III, 324-419

324 Así decían. El gran Héctor, el de tremolante casco, agitaba las suertes volviendo el rostro atrás: pronto saltó la de Paris. Sentáronse los guerreros, sin romper las filas, donde cada uno tenía los briosos corceles y las labradas armas. El divino Alejandro, esposo de Helena, la de hermosa cabellera, vistió una magnífica armadura: púsose en las piernas elegantes grebas ajustadas con broches de plata; protegió el pecho con la coraza de su hermano Licaón, que se le acomodaba bien; colgó del hombro una espada de bronce guarnecida con clavos de plata; embrazó el grande y fuerte escudo; cubrió la robusta cabeza con un hermoso casco, cuyo terrible penacho de crines de caballo ondeaba en la cimera, y asió una fornida lanza que su mano pudiera manejar. De igual manera vistió las armas el aguerrido Menelao.

340 Cuando hubieron acabado de armarse separadamente de la muchedumbre, aparecieron en el lugar que mediaba entre ambos ejércitos, mirándose de un modo terrible; y así los troyanos, domadores de caballos, como los aqueos, de hermosas grebas, se quedaron atónitos al contemplarlos. Encontráronse aquéllos en el medido campo, y se detuvieron blandiendo las lanzas y mostrando el odio que recíprocamente se tenían. Alejandro arrojó el primero la luenga lanza y dio un bote en el escudo liso del Atrida, sin que el bronce lo rompiera: la punta se torció al chocar con el fuerte escudo. Y Menelao Atrida, disponiéndose a acometer con la suya, oró al padre Zeus:

351 -¡Soberano Zeus! Permíteme castigar al divino Alejandro, que me ofendió primero, y hazlo sucumbir a mis manos, para que los hombres venideros teman ultrajar a quien los hospedare y les ofreciere su amistad.

355 Dijo, y blandiendo la luenga lanza, acertó a dar en el escudo liso del Priámida. La ingente lanza atravesó el terso escudo, se clavó en la labrada coraza y rasgó la túnica sobre el ijar. Inclinóse el troyano y evitó la negra muerte. El Atrida desenvainó entonces la espada guarnecida de argénteos clavos; pero, al herir al enemigo en la cimera del cas-co, se le cayó de la mano, rota en tres o cuatro pedazos. Y el Atrida, alzando los ojos al anchuroso cielo, se lamentó diciendo:

365 -¡Padre Zeus, no hay dios más funesto que tú! Esperaba castigar la perfidia de Alejandro, y la espada se quiebra en mis manos, la lanza es arrojada inútilmente y no consigo vencerlo.

369 Dice, y arremetiendo a Paris, cógelo por el casco adornado con espesas crines de caballo, que retuerce, y lo arrastra hacia los aqueos de hermosas grebas, medio ahogado por la bordada correa que, atada por debajo de la barba para asegurar el casco, le apretaba el delicado cuello. Y se lo hubiera llevado, consiguiendo inmensa gloria, si al punto no lo hubiese advertido Afrodita, hija de Zeus, que rompió la correa hecha del cuero de un buey degollado: el casco vacío siguió a la robusta mano, el héroe lo volteó y arrojó a los aqueos, de hermosas grebas, y sus fieles compañeros lo recogieron. De nuevo asaltó Menelao a Paris para matarlo con la broncínea lanza; pero Afrodita arrebató a su hijo con gran facilidad, por ser diosa, y llevólo, envuelto en densa niebla, al oloroso y perfumado tálamo. Luego fue a llamar a Helena, hallándola en la alta torre con muchas troyanas; tiró suavemente de su perfumado velo, y, tomando la figura de una anciana cardadora que allá en Lacedemonia le preparaba a Helena hermosas lanas y era muy querida de ésta, díjole la diosa Afrodita:

390 -Ven acá. Te llama Alejandro para que vuelvas a tu casa. Hállase, esplendente por su belleza y sus vestidos, en el torneado lecho de la cámara nupcial. No dirías que viene de combatir, sino que va al baile o que reposa de reciente danza.

395 Así dijo. Helena sintió que en el pecho le palpitaba el corazón; pero, al ver el hermosísimo cuello, los lindos pechos y los refulgentes ojos de la diosa, se asombró y le dijo:

399 -¡Cruel! ¿Por qué quieres engañarme? ¿Me llevarás acaso más allá, a cualquier populosa ciudad de la Frigia o de la Meonia amena donde algún hombre dotado de palabra te sea querido? ¿Vienes con engaños porque Menelao ha vencido al divino Alejandro, y quieres que yo, la odiosa, vuelva a su casa? Ve, siéntate al lado de Paris, deja el camino de las diosas, no te conduzcan tus pies al Olimpo; y llora, y vela por él, hasta que te haga su esposa o su esclava. No iré a11á, ¡vergonzoso fuera!, a compartir su lecho; todas las troyanas me lo vituperarían, y ya son muchos los pesares que conturban mi corazón.

413 La divina Afrodita le respondió airada:

414 -¡No me irrites, desgraciada! No sea que, enojándome, te desampare; te aborrezca de modo tan extraordinario como hasta aquí te amé; ponga funestos odios entre troyanos y dánaos, y tú perezcas de mala muerte.

418 Así dijo. Helena, hija de Zeus, tuvo miedo; y, echándose el blanco y espléndido velo, salió en silencio tras la diosa, sin que ninguna de las troyanas lo advirtiera.

martes, 3 de septiembre de 2013

Llista de TRs de Clàssiques

§  Seminari de Clàssiques ( Llatí i Grec )

§ Endevinació: passat, present i futur.
§ Món clàssic als carrers de les nostres ciutats.
§ La mitologia en els astres.
§ Origen i significat dels nostres noms.
§ Turisme per la Hispània romana.
§ Éssers monstruosos i fabulosos.
§ La cuina romana, dieta mediterrània.
§ La història de Roma a través de les monedes.
§ El calendari.
§ Jocs olímpics, ara i abans.
§ Novel·les infantils i juvenils de tema clàssic.
§ La caricatura dels romans als Astèrix.
§ Cosmètica i estètica en el món clàssic.
§ Frases fetes i tòpics.
§ Jocs d’ordinador de tema clàssic.
§ L’amor a la literatura grega.
§ L’amor a la literatura llatina.
§ Heroïnes en la mitologia clàssica.
§ Geografia fantàstica.
§ Festes i espectacles entre els antics grecs i romans. Estudi comparatiu amb la societat actual.
§ La música a Grècia i a Roma.
§ La mitologia clàssica i la ciència.
§ La mitologia clàssica en l’art.
§ El món clàssic en la publicitat.
§ El vocabulari científic d’origen grec o llatí.
§ Visió de la dóna a l’antiguitat.
§ El cinema de romans. Història i fantasia.
§ Mestres i alumnes a Grècia i a Roma.
§ Hèrcules, la pel·lícula de Walt Disney.
§ Les llegendes dels orígens de les ciutats.
§ Alimentació i mitologia: blat, vi i oli.
§ Animals simbòlics: el toro, la serp, el lleó, l’aliga.
§ Mitologia i música.
§ Terra mítica: diversió i mitologia.
§ Una de romans: Gladiator.
§ De l’alfa a l’òmega: el simbolisme de les lletres.
§ Plantes màgiques i mitològiques.
§ El món dels dracs.
§ El número tres: simbologia i mitologia.
      Laboratori de paraules. Fer servir els diccionaris com a microscopis de paraules.
    


Nota: A més d’aquests temes que proposem, es podria triar qualsevol altre relacionat amb la mitologia, la història i la literatura de Grècia i/o de Roma.

Treball de Recerca Pautes

TREBALL DE RECERCA
Els treballs de recerca es realitzen durant el batxillerat i consisteixen a desenvolupar una petita investigació sobre un tema determinat orientada per un tutor. Al final del treball l'alumne presenta una memòria escrita i la defensa oralmentTant la Memòria, com l’Exposició oral seran en llengua catalana, excepte treballs de L. Castellana o L. Estrangeres.
         1.            OBJECTIUS DEL TREBALL DE RECERCA.
1.1 Objectius generals
De forma general es consideren objectius vàlids per a qualsevol treball de recerca, els següents:
1.    Adquirir els coneixements necessaris per a la comunicació oral i escrita d'un treball d'investigació.
2.    Adquirir un cert grau d'autonomia per a l'aplicació dels coneixements adquirits durant el batxillerat en un treball concret.
3.    Manifestar esforç, responsabilitat i regularitat en la realització de les tasques.
4.    Desenvolupar les capacitats de rigor i sistematització que implica un treball d'investigació per modest que sigui.
5.    Dissenyar un pla de treball par realitzar la recerca, adoptant una metodologia adequada al tipus d'investigació que es farà.
6. Obtenir la informació necessària per a poder desenvolupar un treball d'investigació.
7.    Elaborar una presentació neta i ordenada de la memòria de la investigació, de manera que expressi amb claredat i precisió què es vol investigar, com s'ha investigat, i els resultats i les conclusions.
8. Expressar-se per escrit de forma correcta, clara, amb un vocabulari adient.
9.    Exposar el tema oralment de forma sintètica, amb claredat i emprant un vocabulari adient, comunicant explícitament la investigació, el mètode de treball, els resultats i les conclusions.
1.2 Objectius específics
El tutor del treball de recerca haurà de proposar el llistat d'objectius específics corresponents al treball concret.
2. EL GRUP DE TREBALL
El treball de recerca pot realitzar-se individualment o en grup de com a màxim quatre persones.

  3. LA MEMORIA DE RECERCA
La memòria de recerca tindrà com a màxim una extensió de 50 fulls. Obligatòriament en la seva estructuració haurà d'incloure els següents apartats:
1.    Portada: amb títol i nom de l'autor o autors i del tutor del treball,
2.    Índex
3.   Introducció: indicant els objectius específics i la metodologia emprada.
4.    Cos: desenvolupament del treball.
5.    Conclusions: redacció sintètica i molt estructurada dels resultats assolits a partir d'unes intencions inicials.
6. Bibliografia: publicacions utilitzades i/o citades, presentades segons models estàndards,
4. EXPOSICIÓ ORAL DEL TREBALL
Al voltant del mes de gener (principis del segon trimestre del curs) l'alumne farà una defensa oral del treball de recerca que haurà realitzat davant d'un tribunal format per tres professors de l'àmbit corresponent, entre els quals hi haurà el tutor del treball de recerca.
5. CALENDARI  DEL TREBALL
Cal planificar temporalment de forma acurada la realització del treball de recerca.
En la primera fase de assignació de títol provisional de treball s'han de tenir presents les següents dates:
Data 1: Lliurament de la "fitxa de tria de treball" al tutor de curs corresponent.
Data2: Assignació de seminari a cadascun dels alumnes que l'any vinent cursaran segon de batxillerat.
Per fer aquesta assignació s'intentarà respectar la tria feta per l'alumne. Quan no sigui possible, l'assignació es farà atenent a la nota d’expedient de l'alumne (notes de primer de batxillerat)
Dimarts 3 de setembre: Reunió dels alumnes amb els professors tutors del seminari que els ha estat
assignat. En aquesta reunió es formaran grups de treball (màxim de quatre alumnes) i s'assignarà títol provisional de treball als grups o individus
. Si cal, els tutors de treball poden convocar altres reunions durant el més de juny per poder fer al alumnes les indicacions que cregui necessàries.

6.     NORMES DE PRESENTACIÓ DE LA MEMORIA DEL TREBALL
6.1 Normes generals

1. S'escriurà en llengua catalana, a màquina o ordenador, excepte treballs de L.Castellana o L. Estrangeres.
2. Únicament s'utilitzaran fulls DIN A4.
3.    Es deixaran marges aprox. de 4 cm. superior i lateral esquerre, un d'inferior de 3 cm. i un de lateral dret de 2 cm.

4. El text haurà de ser correcte ortogràficament i gramatical.
5.    Les pàgines aniran numerades correlativament. La portada tindrà el número 1, encara que no cal posar-lo. El número se situarà a la part inferior dreta de la pagina.
6.    A la portada hi figuraran el títol del treball, el nom de l'alumne o alumnes, el curs al qual pertanyen, el nom del tutor i el del departament o seminari corresponent.
7.    A l’índex del treball cal fer-hi constar els capítols i sotscapítols, tot indicant la primera pàgina on comencen.
8. La llista bibliogràfica es redactarà per ordre alfabètic d'autors.
9.    Les fotografies, plànols, mapes, dibuixos, gràfics, etc. hauran de portar un peu que indiqui de què es tracta i altres indicacions necessàries.
10.    La memòria es presentarà al tutor en la data que quedi establerta. Es lliurarà un exemplar de la memòria i un CD.
11.    El dia de la presentació oral els alumnes portaran el treball en un pen drive en format pps.

6.2 Bibliografia: Citació de llibres i revistes
1.    Per a llibres:
AUTOR (COGNOM, Nom): Títol de l'obra. Lloc de publicació: Editorial, any de publicació.
2.    Per a articles de revistes:
AUTOR (COGNOM, Nom): "Títol de l'article". Nom de la revista, número, data, pagines que ocupa l'article.
6.3 Notes a peu de pagina
Les notes a peu de pagina són un recurs de gran utilitat en l'elaboració d'una redacció de certa complexitat, en complementen el contingut i ofereixen referències útils i de vegades imprescindibles. La seva presentació consisteix en un petit número (subíndex) o senyal (habitualment un asterisc) en el lloc on es vol inserir el missatge i la ubicació d'aquest missatge, precedit del mateix número o senyal, al peu de pagina.
7. AVALUACIÓ DEL TREBALL DE RECERCA
7.1 Conceptes a avaluar
1.    Realització del treball: correspon al tutor avaluar la realització del treball, tenint en compte aspectes com l'esforç manifestat, la responsabilitat, la regularitat, el grau d'autonomia i iniciativa etc.
2.    Memòria: correspon a tres professors de l'àmbit , un d'ells el tutor del treball en qüestió, avaluar la memòria del treball, tenint en compte aspectes com el contingut, presentació, estructuració, bibliografia, metodologia etc.

3.    Exposició oral del treball: correspon al grup de professors que prèviament han avaluat la memòria fer l'avaluació de la defensa oral del treball, tenint en compte aspectes com l'expressió, contingut, preguntes-respostes, etc.
7.2 Nota final del treball
La nota final del treball es calcula fent la mitjana ponderada de les tres notes anteriors segons la següent proporc: 45% realització del treball, 45% memòria i 10% exposició oral.
7.3 Recuperació del treball de recerca
El treball de recerca es considerarà aprovat quan la nota global corresponent sigui igual o superior a 5.
Si un alumne ha suspès el treball de recerca podrà recuperar la nota de la memòria escrita; en cap cas, ni la nota de realització del treball ni la nota de l’exposició oral.
Si l'alumne vol recuperar el treball de recerca haurà de lliurar una nova memòria revisada al tutor del treball en el termini màxim d’un mes.
El tutor del treball, d'acord amb els altres dos membres del tribunal, posaran nota a la nova memòria escritaQuan la nova nota de la memòria escrita sigui prou alta com perquè la nota global del treball sigui igual o superior a 5, el treball es considerarà recuperat. La nota global assignada a un treball recuperat serà sempre de 5